sábado, 22 de octubre de 2011

CASO GLADYS RICART




La tarde del 26 de septiembre de 1999, Agustín García, vecino de Washington Heights, en Manhattan, se trasladó a Ridgefield, New Jersey, armado y vestido apropiadamente para una boda. Una vez ahí disparó tres veces sobre Gladys Ricart, quien estaba a punto de salir hacia la iglesia a casarse.
Ella murió.
Este es un hecho incontrovertible. Hay numerosos testigos presenciales y el propio García ha aceptado que así fue. Nadie, absolutamente nadie, ha puesto en duda o negado que este hombre accionó el gatillo de una pistola, que esta arma estaba siendo apuntada hacia Gladys Ricart con la evidente intención de dispararle y que Gladys murió a causa de esos disparos, quizá el que la mató fue el que penetró en su cabeza.
No hay absolutamente ninguna, ni la más mínima, ni la famosa duda razonable de que esto ocurrió así.
Sin embargo, el 25 de octubre, a un mes del homicidio, Fernando Oliver, abogado de Agustín García, declara que -cito aquí el texto de La Prensa de New York- "tienen las pruebas suficientes para probar ante un gran jurado, que su cliente es inocente y que, contrariamente a lo que dicen los testigos, García actuó en un momento de intenso dolor, al verse traicionado por la mujer con la cual mantenía una relación amorosa y tenía planes de casarse".
Más adelante, en el mismo artículo, me entero que si la estrategia de la defensa de plantear el asesinato de Gladys como un crimen pasional, García se enfrentaría de 5 a 10 años de cárcel. Muy poco, contra la pena de muerte que, se ha sugerido, pediría la fiscalía.
Todo esto quiere decir que si se prueba que García le disparó tres veces a Gladys hasta matarla porque la quería mucho, recibirá una pena relativamente leve, mientras que si se probara que la mató por otras razones podría recibir la pena máxima.
No puedo dejar de preguntarme, si este hombre asesinó a una mujer porque la amaba ¿cómo le irá a los que odia?, ¿Qué tipo de hombre es quien asesina al ser amado?
El abogado señala, según el texto citado, que su cliente es inocente porque mató a una mujer -hasta donde yo se, desarmada- porque lo traicionó. Esto quiere decir que matar a alguien a quien uno ama, alguien indefenso y más débil que uno, no es una traición, sino al revés. O que, en último caso, está justificado el hecho.
¿Así que matar a alguien por amor y dolor es mucho más aceptable que matarlo por odio o por robarle dos dólares?, ¿Acaso no hay algo de alevosía y de traición en todo ello?, ¿Es posible que en la balanza de la justicia pueda pesar más el supuestamente adolorido corazón del señor que empuñó el arma que el cadáver de la víctima desarmada? ¿ Una persona que es incapaz de dominar sus impulsos al grado de matar a alguien en razón de sus sentimientos no es alguien peligroso?
En esta suerte de mundo al revés donde la víctima termina siendo la culpable y el asesino tiene la justificación de su tierno corazón herido, no es algo nuevo o inusual, sino una situación que se repite a diario, cada segundo en todos los lugares del planeta. Es el mundo en el que las mujeres golpeadas piensan que algo habrán hecho para provocar la furia del verdugo. Y llenas de miedo y culpa no se atreven a denunciarlo. Es el mundo en el que las mujeres violadas, sean apenas unas niñas o venerables ancianas, son catalogadas como provocadoras y ligeras. Y, nuevamente, llenas de vergüenza y culpa, se quedan calladas.